Tras haber terminado el trabajo del día y dejado los pinceles a un lado, la vida social de Leonardo Da Vinci se desvelaba como algo tan o incluso más importante que su faceta artística. Cubierto con una túnica violeta (o rosa o morada, la cuestión era ser lo más vistoso posible) y sombreros a la moda traídos expresamente de lugares como Cataluña, el polifacético artista florentino se paseaba por las calles de la capital toscana sabiéndose lo que hoy llamaríamos un "fuera de serie".
Todo lo contrario que un Miguel Ángel mucho más joven pero de permanente carácter taciturno que contrastaba con fuerza respecto al, en ocasiones, hilarante exhibicionismo de su paisano y rival. Y es que no fueron pocos los encontronazos y las discusiones endiabladas entre ambos artistas durante las veces que coincidieron en la ciudad.
Esta realidad, que en ocasiones pasa algo desapercibida en el relato de la historia del arte (sin ir más lejos, se suele incidir mucho más en la tensión entre Miguel Ángel y Rafael durante su estancia en Roma), es la base sobre la cual gira The Lost Battles, ópera prima Jonathan Jones, controvertido crítico de arte que sabe cómo levantar ampollas con su columna de The Guardian, en un ámbito tan complejo y fascinante como es el Renacimiento italiano.
El libro, que de momento no ha salido del Reino Unido, no es una novela, algo que debería quedar claro, sino algo más bien parecido a un ensayo producto de una exhaustiva investigación (la cantidad de fuentes y citas dan fe de ello) con mucho gusto por la narrativa y la voluntad de recrear con todo lujo de detalles diversos aspectos de la vida cotidiana de ambos artistas.
Jonathan Jones se desenvuelve con mucha soltura y atrevimiento en las descripciones e interpretaciones de obras y fuentes originales, aunque esta pasión e intensidad se convierten en un arma de doble filo en algunas ocasiones, algo en lo que ya incidiré más adelante.
Dividido en capítulos distribuidos cronológicamente y paralelos al desarrollo de los dos protagonistas, el autor incide en aquellos episodios que más perfilaron la intensa rivalidad existente entre ambos, siempre en base a fuentes contrastadas (muchas, sin ir más lejos, de la misma época).
Por ejemplo, la postura negativa de Leonardo hacia la colocación del David de Miguel Ángel en la Piazza della Signoria tras la expulsión de los Medici a finales de siglo XV, en detrimento de la Judith de Donatello, es uno de los episodios en los que más brilla el talento de Jones a la hora de ilustrar las controversias de aquella Florencia que a punto estaba de dar el relevo a Roma como capital del arte.
Lamentablemente, porque de verdad es una pena, hay ocasiones en las que Jones se pasa de hiperbólico, o de "intenso", por decirlo de una manera más informal. Y ciertamente no seré yo quien critique las ganas y la entrega a la hora de describir algo que te fascina, pero desde una perspectiva académica hay muchas interpretaciones con las que el autor pone demasiado de su imaginación y acaba pasándose de la raya.
Quizá lo veáis mejor con un ejemplo sacado del libro, en una descripción de La Gioconda:
"She is both mortal and goddess, lover and mother, smiling archaic personage and merchant's wife. Her pose has an eternal inevitability, as if she contained within her a serpentine column, revolving heavenward in a perfectly calibrated spiral: this effect of torsion means that she is in energetic motion even as she sits still in her chair. The relief of shadow on her strong features gives her feminine beauty a masculine counter-life. She is a hall of mirrors, a shrine of paradox."
Ejemplos que ilustran bastante bien algunas de las idas de rosca de Jones con las que "mancha", a veces de manera notable, el resultado final. Eso, aún así, tampoco lastra la experiencia ni la validez del libro como fuente de documentación, y de hecho no dudaría en recomendarlo como una de las mejores referencias a la hora de conocer más en profundidad los entresijos del Renacimiento italiano, siempre que tengamos en cuenta sus carencias o puntos más controvertidos y que, en efecto, en esta época hubo mucho más que Da Vinci y Miguel Ángel.
Mención especial también a la presentación, algo en lo que no suelo incidir a no ser que, como en esta ocasión, esté ante una maquetación sobresaliente. En el caso de la edición de bolsillo, que es la que compré en Londres por un precio impensable aquí en España para un libro de estas características, tanto la portada como la tipografía y los anexos (imágenes y fotografías) están cuidados al detalle, con la vista de Florencia que realizó Francesco Rosselli bajo el título de Pianta della Catena a mediados de siglo XV y los esbozos que Da Vinci y Buonarroti realizaron para los murales de la batalla de Anghiari y la de Cascina, respectivamente.
Todo un misterio la razón por la cual este libro no ha sido traducido aún, más allá de las sempiternas y no tan importantes cuestiones económicas. Y más teniendo en cuenta la buena aceptación que tuvo en su lanzamiento, por supuesto. Está claro que el grueso de lectores interesados en este tipo de literatura es menor al que devora los pelotazos mainstream de cada año, pero no deja de ser lamentable que la mayoría de nuevas publicaciones sobre arte, laureadas en otros países, ni siquiera sean publicadas en el nuestro. Y esta, lamentablemente, sí es una verdadera batalla perdida.
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