jueves, 6 de noviembre de 2014

The Lost Battles, de Jonathan Jones



Tras haber terminado el trabajo del día y dejado los pinceles a un lado, la vida social de Leonardo Da Vinci se desvelaba como algo tan o incluso más importante que su faceta artística. Cubierto con una túnica violeta (o rosa o morada, la cuestión era ser lo más vistoso posible) y sombreros a la moda traídos expresamente de lugares como Cataluña, el polifacético artista florentino se paseaba por las calles de la capital toscana sabiéndose lo que hoy llamaríamos un "fuera de serie".

Todo lo contrario que un Miguel Ángel mucho más joven pero de permanente carácter taciturno que contrastaba con fuerza respecto al, en ocasiones, hilarante exhibicionismo de su paisano y rival. Y es que no fueron pocos los encontronazos y las discusiones endiabladas entre ambos artistas durante las veces que coincidieron en la ciudad. 

Esta realidad, que en ocasiones pasa algo desapercibida en el relato de la historia del arte (sin ir más lejos, se suele incidir mucho más en la tensión entre Miguel Ángel y Rafael durante su estancia en Roma), es la base sobre la cual gira The Lost Battles, ópera prima Jonathan Jones, controvertido crítico de arte que sabe cómo levantar ampollas con su columna de The Guardian, en un ámbito tan complejo y fascinante como es el Renacimiento italiano.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Tres cuentos, de Gustave Flaubert



Comenzar a hablar sobre un autor como Gustave Flaubert pasando por alto las obras que lo consagraron como uno de los mejores escritores del siglo XIX probablemente resulte algo un poco extraño, lo admito. Admito también, por otro lado, que no he tenido la posibilidad (aún) de aventurarme en algunas de sus novelas como Madame Bovary o Salambó; esta, básicamente, es la única respuesta respecto a esta ausencia que probablemente haga trastabillar el discurso sobre Flaubert.

La cuestión, más allá de eso, es que mi primer y hasta ahora único contacto con este escritor francés ha sido Tres cuentos, que sin duda es todo un caramelo para cualquiera que siente interés hacia Flaubert y su peculiar estilo.

El libro en cuestión se compone de tres relatos (o cuentos), "Un corazón sencillo", "La leyenda de san Julián el Hospitalario" y "Herodías". No voy a esconder mi predilección hacia los dos últimos, debido a una puesta en escena impecable y una narración que parece destinada a mantener en vilo al lector. Ambos, además, se encaminan de manera notable hacia el género histórico, mientras que el primero destaca por un carácter mucho más costumbrista.

Cuando Tres cuentos cayó en mis manos, durante una fallida experiencia universitaria, hasta ese momento no había tenido prácticamente ningún contacto con la denominada literatura clásica (etiqueta, por otro lado, hacia la cual siento un profundo recelo), por lo que a fin de cuentas la experiencia no pudo ser mejor.

Incisivamente descriptivo, Flaubert consigue dar vida a lo que narra gracias a una precisión y una minuciosidad extraordinarias, logrando, por lo menos en mi caso, transportarme a cualquiera de los escenarios en los que transcurren los relatos. Lo cual es un logro, todo sea dicho, porque no son pocas las veces que las descripciones excesivas acaban lastrando una experiencia literaria.

En el caso de Tres cuentos las descripciones no son estériles, ni prescindibles. La crudeza con la cual algunas están adornadas es significativa e impactante. En estos días que medio mundo pierde la cabeza por la brutalidad y la visceralidad de Juego de Tronos y en especial las novelas de George R. R. Martin, no estaría mal que la gente echase un vistazo a "La leyenda de san Julián el Hospitalario". De hecho, si esta reseña puede tener lugar en ha acabado llegando a un blog de esta temática es precisamente por este cuento.

En "Herodías", el autor rehuye una vez más el cartón piedra y da una clase magistral sobre cómo debería ser una novela histórica, con un planteamiento que con el cual se explayó anteriormente en Salambó. La credibilidad, desde luego, es uno de los puntos fuertes de la prosa de Flaubert. Aunque también debemos tener en cuenta que el perfil actual del escritor de novela histórica suele distar notablemente del de Flaubert. Y no creo que la distancia en el tiempo sea una excusa válida, aunque esto ya es otro tema.

Dicho esto, tan solo me queda concluir que este libro es ideal para aquellos que quieran conocer a Flaubert, quizá un Flaubert más accesible dada la brevedad de los relatos, pero también por la intensidad que estos recogen en unas pocas páginas.