jueves, 19 de enero de 2017

Uzumaki

(Rescato una serie de recomendaciones de Junji Ito que escribí en su momento para mi anterior y difunto blog, I am the arm, ante el que me quito el sombrero tras tantos años soportando numerosas idas de olla y cambios de estilo)


Uzumaki (1998-99)

Hace unos días hablamos de Ring, la obra cumbre de Koji Suzuki, cuya adaptación al cine ascendió al terror japonés a trono aún hoy en día inalcanzable. Para el público occidental, el terror que nos llega de Japón es algo que nunca deja de ser perturbador. Puede asustarnos más o menos, pero la fórmula (todo sea dicho, quizá ya demasiado explotada a estas alturas) es totalmente contraria a la que se usa en Europa y en Estados Unidos, lo que supone una vuelta de tuerca que a veces resulta incomprensiblemente perturbadora.
Ya sabemos de qué va el cine de terror estadounidense: psicópatas disfrazados, numerosos grupos de adolescentes que caen uno tras otro y siempre caracterizados por los mismos prototipos, sustos predecibles basados en subidas de volumen… No hace falta decir mucho más sobre el género, porque a día de hoy ya es sabido por todos que la fórmula del género de terror que se practica en EE.UU. está excesivamente trillada. Y lo peor es que ni siquiera transmite terror.

En Europa las cosas son algo distintas. Aquí se intenta ser más transgresor, romper tópicos e intentar hacer todo lo que sea necesario para perturbar al espectador. No importa tanto el miedo como el asco, lo desagradable y lo doloroso. Ejemplos de ello pueden ser la reciente The Human Centipede o Martyrs, películas que más allá de provocar miedo, recurren a un gore y a una escatología de dimensiones desorbitadas que buscan provocar náuseas, desmayo y básicamente el shock general del público y las típicas etiquetas de “¡No la vea solo!/Cientos de espectadores perdieron el conocimiento en la sala… ¡Atrévase!/Definitivamente, lo más desagradable que se haya visto en la historia del cine”. En resumen, llamar la atención de los medios. De hecho, durante los últimos años el cine norteamericano también se ha apuntado a esta moda, dando como resultado la innecesariamente longeva saga Saw o las dos entregas de Hostel.

Pero por muy crudo que sea este terror europeo, sigue padeciendo el mismo problema que el estadounidense… No da miedo. Puede provocarnos asco, ganas de vomitar, hacernos apartar la vista de la pantalla al ver cómo a un personaje le perforan con un taladro… pero no miedo. Y es aquí donde entra el terror oriental, que muy poco tiene que ver con los ejemplos mencionados anteriormente.

Lo más curioso de todo es que en muchos casos, comparte características con la mayoría de películas del género. Sangre, sobresaltos, un argumento a veces predecible… ¿Entonces, qué es lo que las diferencia del resto? Pues, en resumidas cuentas, la ambientación, el exotismo, el hecho de representar una sociedad y una cultura tan distintas a la nuestra. Además, el trato frío de los personajes y la crudeza del enfoque psicológico del mal no hacen más que reforzar esa atmósfera malsana que, esta vez sí, consigue transmitir terror de verdad. Y es que la idea de un loco con máscara que rebana chavales con una motosierra quizá en su día consiguió poner los pelos de punta, pero a día de hoy no deja de resultar bastante indiferente. En cambio, el tratamiento de los fantasmas en el cine oriental es algo que puede dejarnos con mal cuerpo durante días, además de hacer que nos cueste más de lo normal movernos por casa a altas horas de la noche.

Pero hay vida más allá de los fantasmas, y la respuesta también está en Japón. Uno de las características del terror nipón es, en algunos casos, el surrealismo malsano. Es algo que no encontramos prácticamente en ninguna producción occidental, de manera que consigue transmitirnos algo nuevo, desconcertante y tan desagradable como escalofriante. Y es este surrealismo el protagonista de la recomendación de hoy, que no tiene nada que ver con el cine pero sí con el mundo del cómic.

Demos paso, pues, a Uzumaki.
Lamentablemente, parece ser que Uzumaki
ha dejado de publicarse en nuestro país.

Uzumaki es una de las obras más importantes del manga de terror, junto a La mujer de la habitación oscura o Flesh Colored Horror. Pero si bien estos dos últimos son altamente recomendables, en mi opinión la obra que nos ocupa va un paso más allá, consiguiendo erigirse como el mejor ejemplo de cómic de terror surrealista (y en ocasiones hasta absurdo) del momento. ¿Qué es pues lo que hace tan bueno a Uzumaki? Vayamos por partes.

Uzumaki es obra de Junji Ito (a estas alturas debe haber quedado claro), un conocidísimo mangaka que a lo largo de su carrera nos ha ido deleitando con obras de terror como la ya citada Flesh Colored Horror o Gyo. Sin embargo, es con la trama de los espirales donde saca a relucir lo mejor de su talento. La historia se desarrolla en un pueblo costero japonés llamado Kurozu-cho, y la protagonista absoluta es Kirie Goshima, una estudiante de secundaria que empieza a darse cuenta de que algo va mal al ver cómo su novio parece estar preocupado acerca de algo que el pueblo esconde.

La historia, dividida en 6 volúmenes (en la edición española) y con varios capítulos en cada uno, va desarrollándose y agrandándose hasta convertir todo Kurozu-cho en lo más parecido a un infierno, sumergiendo a todos y cada uno de sus habitantes en la locura, la demencia y en un descontrol anárquico que simboliza el inevitable fin del lugar. Si bien esa destrucción y esa ambientación apocalíptica disipa el halo de terror psicológico de los primeros volúmenes, aún es posible encontrar escenas verdaderamente escalofriantes.

Pero vayamos al grano, que es el argumento principal. ¿Qué ocurre en Kurozu-cho? La respuesta está en las espirales, algo que queda más que claro en el primer volumen, que cuenta con varias de las escenas más escalofriantes que se hayan visto hasta ahora en un manga y que sirven como un magnífico prólogo de la obra. Durante el resto de episodios y volúmenes, iremos presenciando sucesos aislados que no hacen más que confirmar que Kurozu-cho se está sumergiendo en un desquiciado mundo de locura. Y cada vez, los sucesos irán a más. Transformaciones, posesiones, cambios de personalidad… Todo es posible cuando el pueblo entero está sometido al poder de la espiral.

Uno de los puntos más controvertidos del manga y representativos del citado surrealismo de la obra es, en mi opinión, la subtrama relacionada con los caracoles. La historia nos sitúa en el instituto de Kurozu-cho (cada episodio servirá para introducirnos los distintos escenarios del pueblo: el hospital, el centro, las afueras…), en el que un día aparece uno de sus alumnos con la espalda abultada de una manera extraña. Y esa extrañeza se convertirá en horror cuando veamos como ese bulto tiene forma de espiral y es en realidad una concha de caracol gigante. El resto es fácil de imaginar: seremos testigos de una desagradable metamorfosis. Más adelante, en la parte más apocalíptica del manga, el autor vuelve a recurrir al tema de los caracoles, esta vez para mostrarnos uno de los momentos más perturbadores de la historia, mezclando lo desagradable que pueden ser los caracoles humanos junto a la loca desesperación de los absorbidos por la espiral.

Así pues, Junji Ito aprovecha su ciudad ficticia para poner en escena todo tipo de situaciones, coqueteando con distintos tipos de terror, incluso desviándose un poco hacia el género puramente fantástico, sin perder el toque grotesco que caracteriza a Uzumaki.

Por otro lado, no podemos decir que este manga sea perfecto. Sí es muy bueno y vale la pena que lo lea cualquier aficionado al terror japonés, pero tiene ciertos puntos flacos que no todos verán con buenos ojos. Uno de ellos es principalmente el innegable bajón de calidad del argumento una vez la espiral ha controlado todo el pueblo y Kurozu-cho no es más que un vertedero anárquico, dominado por locos que vuelan sobre tornados creados por ellos mismos. Desaparece toda la intriga de los primeros episodios, en los que lo que sucedía no eran más que casos aislados, ajenos a la mayoría de habitantes del pueblo. En fin, es comprensible que algo nunca puede ser del todo perfecto.

En resumen, no me queda más que recomendar Uzumaki a todo aquel que tenga ganas de leer algo distinto, de experimentar el terror de una manera también distinta, y que sepa dejarse llevar sin remilgos por una atmósfera malsana, surrealista y en ocasiones absurda, pero sin perder nunca una personalidad grotesca y desagradable que se mantendrá a lo largo de todos y cada uno de los episodios que forman esta obra.

Y para los que tengan curiosidad de ver cómo se las gasta Junji Ito, sólo hace falta que echéis un vistazo a este enlace, en el que podréis ver un gran número de imágenes de Uzumaki y otras de sus obras. Eso sí, os recomiendo leer el manga e ir descubriendo estas escenas por vosotros mismos, porque vale mucho la pena.

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