jueves, 23 de febrero de 2017

El bazar de los malos sueños (II): Premium Harmony


¿Qué nos hace humanos? La pregunta debería entrañar una respuesta simple, pero hay mucha tela que cortar, los debates están abiertos y difícilmente nadie quiera dar el brazo a torcer. Viviendo en tiempos convulsos (aunque, seamos sinceros, siempre lo han sido por una razón u otra), vemos como continuamente se apela a lo humano, a la humanidad no solo como un todo cuantitativo sino también como a una cualidad más del ser humano, dando a entender que puede haber seres humanos que NO sean humanos. Rocambolesco, cuanto menos.

Mi opinión al respecto es clara, aunque quizá no del gusto de todos: la humanidad y lo humano no son conceptos necesariamente subyugados a actitudes, acciones o posturas moralmente buenas. Que la humanidad (concepto que debe cogerse con pintas y replantearse, Spengler lo tenía claro) es un conglomerado de aspectos y rasgos tanto positivos como negativos. Lo que nos hace humanos no es ser solidarios, ni atentos, ni empáticos; nos hacen humanos nuestros defectos, nuestras contradicciones, la posibilidad de elección entre lo luminoso y lo oscuro. En resumen: nuestra naturaleza, que nos hace únicos entre el resto de especies tanto en lo positivo como en lo negativo.

Es algo que me hace pensar en la idea que se tiene del arte, quienes hayan tratado el tema lo entenderán. Siempre hay quien, ante una obra mala, de dudosa calidad o que simplemente no es de su agrado concluye que eso "no es arte". Como si el arte más, que un concepto, fuese un adjetivo que implica brillantez o excelencia. La realidad es que hay arte bueno como hay arte malo, excelso o pésimo. Al igual que lo humano puede ser despreciable o encomiable, o nadar entre ambas aguas, que suele ser lo habitual. 

Este retrato de lo humano, porque no creáis que me he marcado semejante soliloquio sólo para dormir a las fieras, es precisamente la esencia de Premium Harmony. Se trata de un relato bastante corto (unas trece páginas) en que se nos presenta a un matrimonio, formado por Ray y Mary, lejos de pasar por su mejor momento. Es un retrato realista que con pocas palabras nos desnuda a los personajes y nos los muestra tal y como son, como cuando en los canales HD uno puede verle hasta los poros al presentador o a la estrella de turno, que luego no parece tan perfecta, ni divina, ni inalcanzable. Todos tenemos manchas, arrugas, aunque no sean visibles, y en el defecto y la irregularidad está lo que más nos caracteriza.

No, Premium Harmony no es una historia de miedo, ni intervienen en ella fenómenos extraños o paranormales; tampoco hacen acto de presencia coches asesinos, por supuesto. Sí aparece, no obstante, ese King que te aguijona sin necesidad de criaturas. Pero eso no significa que no sea incómoda, porque lo es, y mucho. La reacción casi inmediata de Ray ante un episodio que debería marcar su vida puede llegar a revolver el estómago, así como el final de cierto personaje por quien nosotros no podremos evitar preocuparnos mientras el protagonista se olvida de él por completo. Son un par de ejemplos de una retahíla de acciones y reacciones que nos muestran la cara más cruda, más humana, del hombre. Es lo más parecido a un retrato de Rockwell en movimiento, pero con un plus de aspereza.

El registro es completamente distinto al de Mile 81 y me atrevo a decir que para bien. Sí, el relato que abre la lata en este Bazar me gustó, pero aquí vemos a un King algo más maduro, más sutil, que recurre a detalles que quizá puedan pasar por alto en una primera lectura o que solo saltan a la vista cuando por alguna razón u otra empatizas con alguno de los personajes. No es de terror, repito, pero eso no significa que no sea turbador. Quizá ahí, en esa turbación, resida el misterio de lo humano, capaz de lo mejor y de lo peor, de los más actos más refinados y los más atroces, de las decisiones más inspiradas y también de las más nefastas. 

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