jueves, 16 de febrero de 2017

It. Diseccionando el guión de Fukunaga y Palmer

AVISO: Esta entrada os puede destripar seriamente la novela, por lo que si no la habéis leído es recomendable que paséis de largo. Y a quienes no queráis saber nada de la película os digo lo mismo, pues este es el guión sobre el cual se ha trabajado, y algunas de las escenas se han conservado. Si seguís leyendo, que sea bajo vuestra responsabilidad.


No me cabe duda de que la mayoría de seguidores de Stephen King tendrán presente que este año, además del estreno de la primera entrega de La torre oscura, en otoño llega una película de It tras años de tira y afloja, choques creativos entre los responsables y la idea de que, con toda seguridad, todo quedaría en agua de borrajas. Al final, sin embargo, la cosa salió adelante y ahora solo hace falta esperar para ver si se cumplen las expectativas (que no son pocas, precisamente).

Y no, en este blog no se hablará de cine stricto sensu, pero la ocasión lo merece. Hace unos pocos meses se filtró uno de los guiones en que trabajó Cary Fukunaga, que conoceréis bien por su espléndido trabajo en True Detective y que estuvo al frente de esta nueva adaptación de las correrías de los Perdedores hasta que tras varios choques con la Warner el proyecto se acabó quebrando, pasando éste a manos de Andrés Muschietti, quien llevó al cine una desmejorada y algo descafeinada Mamá, basada en un buen cortometraje suyo. 

El guión filtrado (que Fukunaga escribió codo a codo con Chase Palmer) no acabó siendo material desechado en su totalidad, sino que Muschietti y su equipo han trabajado sobre él, manteniendo algunas cosas y cambiando otras. Por eso, quizá valga la pena despedazarlo en el mejor de los sentidos, puesto que es el mejor indicador a día de hoy para ver por dónde irán los tiros de una adaptación esperada por muchos, y más a sabiendas del cuestionable nivel de la célebre miniserie, salvada por Tim Curry y la trama de los niños, y sus numerosos claroscuros.

Antes de nada querría comentar que, como seguramente muchos pensaréis, la mejor manera de llevar It al formato cinematográfico es en forma de serie de televisión Un libro de 1500 páginas, multitud de tramas centradas en cada uno de los protagonistas, así como en algunos secundarios, e incluso capítulos enteros dedicados a la historia de la ciudad donde transcurre, se queda en nada en una película de, a lo sumo, dos horas y media. Sobre todo cuando paja, lo que se dice paja, no hay. Quienes lo hayan leído lo sabrán. ¿Son innecesarios los interludios? Todo lo contrario, pues resultan esenciales para entender la historia y el mal endémico de Derry, además de gozar de una potencia visual increíble. ¿La persecución de Eddie Corcoran? Es una de las partes más crudas y brillantes de la novela. La estructura de It, ciertamente, exige a gritos una adaptación en formato episódico, pudiendo dedicar así capítulos enteros a aquellos momentos determinantes que, en una película, deberían ser recortados inexorablemente.

De todos modos, todo esto sería lo ideal si lo pretendido fuese una adaptación literal. Y es ahí hacia donde me encamino con tanta cháchara: el formato película exige una adaptación, cuanto menos, libre. Y esto, en realidad, es lo más difícil. Mucho más que hacer una traslación milimétrica de lo descrito en el libro. Y esto, precisamente, es lo que lograron Fukunaga y Palmer con este guión. ¿Con defectos? Por supuesto. ¿Con imprecisiones? Aún más. Pero, como película, hubiese superado de largo a lo visto en 1990 y, en esencia, hubiese hecho mucha más justicia a la novela.


1. Aspectos positivos


Derry, 1988

Uno de los cambios que, al parecer, dinamitaron la relación entre el director anterior y la productora fue la idea de trasladar la acción unas tres décadas hacia delante. Sea como sea, al fin y al cabo se le ha dado luz verde. De 1958 se pasa a 1988 y, de rodarse una segunda parte (aún hay ciertas dudas al respecto, habrá que ver cómo responde la película en taquilla), de 1985 a 2015.

Esto, al darse a conocer, fue recibido con mucho recelo. Quienes esperaban una adaptación al pie de la letra se encontraron de buenas a primeras con un cambio radical que afecta claramente tanto la estética de la película con las referencias al género del terror que tanto caracterizaban la novela. Personalmente, lo que muchos puristas han visto como un sacrilegio para mí es un acierto. No creo que una ambientación sea mejor o peor que la otra, y seguro que leer It debió ser una maravilla para quienes crecieron, como el mismo King, en los años cincuenta. No obstante, mucho me temo que al público esto le quedará muy lejos. Los ochenta/noventa son un contexto lógicamente mucho más cercano e identificable para muchos, y permiten muchas referencias reconocibles (una de ellas, por ejemplo, a la película de El resplandor). 

Más que peor o mejor decisión, este cambio es algo lógico atendiendo a la edad del público potencial y a la voluntad de "actualizar" la historia, que no siempre es necesario pero habiendo un precedente que ya recreó la década de los cincuenta no parece ser tan sacrílego. Por supuesto, la sombra de Stranger Things será alargada (y más estando Finn Wolfhard entre los protagonistas) y ya podemos prepararnos para comparaciones de todo tipo, máxime cuando tengo entendido que la serie tiene mucho fan mojabragas, así que a saber la de cosas que se llegarán a leer (¿nadie recuerda a quienes decían que Guns 'n' Roses eran un plagio de Tokio Hotel?).



 Pennywise

Bestial ilustración de Disse86 (deviantart).
Efectivamente, entender It como "el libro del payaso" equivale prácticamente a no entender nada. Y no quiero sonar petulante ni dármelas de entendido, pero basta leer la novela para comprenderlo. Pennywise es solo una forma más de un ser que se manifiesta de distintas maneras en función de los temores más arraigados de cada uno, siendo este el punto de partida de muchas escenas para el recuerdo. Cuando los protagonistas no son más que niños, como será el caso de la película, esos temores se manifiestan como los personajes de las películas de terror que los hacían saltar del susto en el cine. El hombre lobo, la momia, el monstruo de Frankenstein... Este era el imaginario del terror de los niños de los cincuenta, pero mucho me temo que una representación literal a día de hoy resultaría en algo muy descafeinado. Por supuesto, con una revisión estética bien sería posible ponernos los pelos de punta a quienes hemos crecido con otros seres de naturaleza y aspecto más retorcido.

Aun así, en el guión de Fukunaga y Palmer se optó por la eliminación de todas estas formas alternativas, con alguna que otra excepción bastante resultona; en otras palabras, Eso se manifiesta siempre como Pennywise. Y lo hace en escenas de cosecha propia bastante inspiradas en el terror oriental (imposible no acordarse de Ju-on en algunas de ellas) donde al mismo tiempo se incide en algo presente en el libro, que es la omnipresencia de Eso en las vidas de los muchachos aunque ellos no sean capaces de verlo. 

Este cambio implica dejar de lado muchísimas escenas bastante memorables de la novela, pero en este caso no debería ser un inconveniente si los reemplazos merecen la pena. En el guión filtrado, escenas como la muerte de Patrick Hockstetter no tienen absolutamente nada que ver con lo que uno encuentra en el libro, pero aun así son lo suficientemente efectivas como para no echar de menos una copia literal del texto. El Pennywise de Fukunaga y Palmer es más cercano al depredador de Stephen King que al payaso del tren de la bruja encarnado por Tim Curry; un ser que acecha en las sombras, que juega a esconderse y a pasar luego al ataque como una fiera de instintos desatados. 



Unos nuevos Perdedores

Ilustración de Joey Schichtel.
Sea en los cincuenta, en los ochenta o en la década actual, siempre puede haber un Richie Tozier. Siempre puede haber un Bill Denbrough, un Ben, o un Mike. Sin embargo, la clave está en lograr trasladar esos personajes a otro contexto, y Fukunaga y Palmer lo lograron con bastante acierto. Quizá los Perdedores ya no sean unos fanáticos de Chuck Berry, pero sí están enganchados a la NES y a The Clash. Quizá consideren al monstruo de Frankenstein un bichejo ridículo, pero no pensarán lo mismo de Freddy Krueger. No todos están retratados con el mismo acierto, y Bill probablemente sea uno de los más perjudicados, necesitando de un mayor trabajo para forjar al líder que es casi desde el principio, pero otros como Richie o Beverly sí están a la altura de lo esperado. 

Merece la pena destacar la atención puesta a las escenas familiares: la fría relación de Bill con sus padres tras el asesinato de Georgie, el irrespirable clima del hogar de los Marsh, la obsesión enfermiza de Sonia Kaspbrak, etcétera. Es algo que en la miniserie de 1990 no existía, y se perdía algo tan esencial en el libro como es la sensación de alienación (¿inducida por Eso?) que sufren los protagonistas, entendiendo que no pueden contar con nadie en su lucha por la supervivencia. Habrá que ver si la inclusión de otras tramas en la versión final acaban por desplazar estas escenas, pero teniendo en cuenta lo necesario que es profundizar en el trasfondo para empatizar con los personajes ojalá siga habiendo sitio para todo.


Interludios

La matanza del Silver Dollar, por Alan
M. Clark

La inclusión de los interludios me sorprendió por lo bien resuelta que estaba y, de veras, espero que sigan manteniéndose en la versión final. No se plantearon como las investigaciones de Mike que son en la novela (además, el rol de "historiador" recae en Ben), sino como recuerdos o transiciones entre las distintas partes de la película. Aparecen tanto el incendio del Black Spot como la matanza en el Silver Dollar, quedando fuera el tiroteo de la banda de Bradley, aunque éste es mencionado en algún momento entre los chavales. 

En especial, la segunda contaba con un ritmo aparentemente muy cuidado y, además, servía para introducir el tramo final de la película. Esto le daba un empujón interesante, mostrando hasta qué punto Eso era capaz de manifestar su influencia antes de que se alcanzase el clímax, y no en ámbitos cerrados a espaldas de todo el mundo sino ante una multitud ciega que no ve o no quiere ver absolutamente nada, que puede oler la sangre pero sigue riendo, degustando el bourbon, respondiendo a los chascarrillos de quienes tienen al lado y moviendo los pies al ritmo de la cancioncilla que sale de las manos del pianista, cuya identidad ya podéis imaginar.


Henry Bowers

Ilustración de Kvezal (deviantart).
Chapó. Genial. No sé cómo acabará siendo el chaval en la versión de Muschietti, pero el Henry Bowers de Palmer y Fukunaga es una pasada, eléctrico, una amenaza seria, alguien que de verdad canaliza la influencia de Eso, un personaje que evoluciona de una manera creíble, pasando del típico chulo acosador a un psicópata demente que de verdad hace creer que matará a los niños en cuanto se tope con ellos. Al fin y al cabo, en el libro es detenido y posteriormente acusado de las desapariciones de 1957 y 1958. Seamos sinceros, el Bowers de la miniserie todos lo recordamos, con su tupé, el leitmotiv de Richard Bellis que parecía sacado de un western de Leone y su persistente cara de asco, pero jamás pasaba de ser el típico malote de instituto. Por supuesto, el de la novela sí experimenta esa progresión que lo acaba llevando a lo más bajo, por lo que en este guión está representado de maravilla.

Sí, corren rumores de que en otras versiones más tardías Fukunaga lo hacía violar una oveja y cosas similares, quizá pasándose un poco con el rollo paleto-psicópata, pero salvando estas cosas y ciñéndome al guión que ha corrido por la red, me sigue pareciendo uno de los personajes mejor retratados.


2. Aspectos negativos


¿Leroy?

No soy un purista, por lo menos no en materia de adaptaciones. Pero hay cosas que, sinceramente, no comprendo ni con una pistola en la cabeza; una de ellas, el cambio de nombres o alteraciones en personajes que ya están definidos. Digo yo que si amas aquello que trabajas (y era el caso de Fukunaga, según parece) los datos se conservan si no hay necesidad de alterarlos. Sin embargo, aquí Bill es Will; Will, el padre de Mike, es Leroy. Y Henry es Travis. De acuerdo, esto influye cero, nada, en la calidad del guión, pero estas libertades son incomprensibles. Sobre todo cuando, como se puede ver, el cambio de nombre de un personaje afecta al de otro.
Me hace pensar en el guión que George A. Romero escribió para la película de Resident Evil con algunas idas de olla verdaderamente innecesarias. Imagino que era una franquicia destinada a hacer el ridículo de todos modos. En fin, es más bien una rabieta mía que un defecto en sí, pero que alguien me explique qué sentido tienen estos cambios.


Bill

O Will, como queráis. Como ya he dicho algo más arriba, de todos los perdedores es el Tartaja Denbrough quien más trabajo necesita en este libreto. Y teniendo en cuenta que, de todos ellos, Bill es el cabecilla, semejante defecto o contratiempo es un pelín grave. No es tartamudo, su personalidad apenas está bien perfilada y parece que la atención se puso más sobre su relación con Bev que otra cosa. Protagoniza, sí, una de las mejores y más escalofriantes escenas del guión (y que, por lo que sé, también estará presente en la versión de Muschietti) pero más allá de eso es bastante plano; los únicos momento en que verdaderamente destaca son aquellos en que conversa o directamente choca con sus padres, explicitando la desazón que lo corroe por dentro desde la muerte de su hermano. 


El enfrentamiento final

Hay que reconocer que el camino que recorren los Perdedores hacia la guarida de Eso está bien construido, con una sensación de progresión lograda y con alguna que otra escena memorable, como podréis leer en el siguiente apartado. Sin embargo, la lucha contra Pennywise no está demasiado bien resuelta: los niños se lanzan a por él atacándolo con herramientas de todo tipo, como motosierras, martillos, bates de béisbol, etcétera. Al final, acaba chamuscado mediante fogonazos mientras se retuerce de dolor bajo el aspecto de Georgie. No es que sea una escena desacertada, y sin duda mejora lo visto en 1990, pero en comparación con la novela sigue perdiendo por goleada. El enfrentamiento contra la araña, el rito del Chüd, la sensación de que todo puede terminar para mal en cualquier momento. Esto es algo que la película debería lograr recrear con acierto, dar a entender las verdaderas dimensiones de Eso, su naturaleza cósmica, ancestral, milenaria. 

Y por cierto, si necesitan ideas para la "versión arácnida" de Eso, más allá de decantarse por algo genérico, deberían tomar nota del bestiario de Bloodborne. Desde que vi y sufrí a Amygdala que no puedo imaginarla de otra forma.


Esa escena y el fuego de Beverly Marsh

Ilustración de NeonFatal (deviantart).
Ya sabréis a qué me refiero, por supuesto. Es curioso que en un libro repleto de escenas duras, verdaderamente cruentas, con desmembramientos de niños, asesinatos, situaciones de acoso y sangre por doquier, la más controvertida e innombrable sea la especie de orgía entre los protagonistas cuando están a punto de perderse en las alcantarillas tras haber derrotado (o eso creen algunos de ellos, claro) a Eso. Sí, qué duda cabe, la escena choca, sorprende, es dura, pero en ningún momento cae en lo grosero ni en lo chabacano; es un ritual simbólico, nada más, que se ha sobredimensionado en exceso. Que cuando comentes la novela con alguien aún haya quien haga referencia a ella con la boca pequeña, como quien no quiere la cosa, es un poco ridículo.

En este guión, como puede imaginarse, esta escena tampoco está presente. Tampoco lo estará en la versión de Muschietti, y no me extraña. Es una escena que necesita reinterpretarse, de esas que una traslación literal puede ser bastante desafortunada, y falta ver si lo logran o acaba saliendo un sinsentido como el del libreto de Fukunaga. Básicamente, Beverly les toca la cara y con eso basta para que recuperen el rumbo. La idea de la niña siendo su guía y su musa, citando textualmente a Fukunaga, no está mal planteada, pero debería haber algo más, no necesariamente un encuentro sexual si es lo que quiere evitarse, pero sí una suerte de conexión de los muchachos con Beverly que dé a entender y simbolice su unión.

Sí es interesante, como creo haber comentado algo más arriba, el retrato de Bev. Es distinta a la del libro, quizá más algo más descarada, gallarda y desinhibida, y el cambio le sienta como un guante. Sin embargo, no se acaba traduciendo en la llama que acaba siendo tras la semi-derrota de Eso, ese fuego que logra que todos salgan con vida de ese laberinto de tuberías y canales putrefactos que es el corazón de Derry.  



3. Escenas destacadas


Miedo y asco en la sinagoga

Stanley Uris se encuentra en la sinagoga junto al rabino. Están repasando la Torá de cara a la bar mitzvah del muchacho, pero éste se muestra ausente, a duras penas logra prestar atención. Hace unos días que el hijo del rabino, Dorsey, ha desaparecido, y el hombre acaba colapsando; ante sus lágrimas, Stan le pide permiso para ir al baño y acaba perdiéndose escaleras abajo. La situación, ya se nos ha descrito antes en otra escena, es preocupante en Derry a esas alturas y los lectores conocerán ya a Stan y su continua necesidad de negar todo cuanto sucede.

El muchacho no encuentra el baño, definitivamente, pero sí se topa con una mikve (una especie de piscina o contenedor de agua, cuadrada y con escalones en el interior). Dicha mikve se encuentra en una sala pequeña, apenas iluminada; en otras palabras, a Stan no le parece mala idea aliviar ahí la bufeta. Sin embargo, algo lo echa atrás. Algo se mueve bajo el agua. Es una mujer, que emerge desnuda de la mikve de cintura para arriba, sin inmutarse ni alarmarse por la presencia del niño. Lo mira, y le pregunta si le gusta su cuerpo, que ya es casi un hombre, pronto lo será, y que ella no le dirá nada a nadie. Intenta seducirlo, con miradas y gestos lascivos, y entonces comienza a salir, la cámara se sitúa a sus espaldas y vemos como su espalda y sus muslos están llenos de ampollas y heridas sangrantes, la carne podrida y las piernas nada más que huesos y cartílagos. Stan logra huir, pero está claro que aquella imagen jamás se le borrará de la cabeza; por lo menos, hasta la llamada de Mike.

Como puede apreciarse, esta escena no está sacada del libro. En éste, el encuentro de Stan con Eso tiene lugar en la torre depósito de Derry, y su manifestación tiene la forma de los niños que murieron ahogados ahí mismo, descendiendo las escaleras con un sonido húmedo y pegajoso. Personalmente, el cambio me parece acertado no, lo siguiente. No porque la escena del libro sea de menor nivel, porque en realidad los tiempos están muy bien medidos y uno comprende que su solo recuerdo, décadas después, lleve a Stan a quitarse la vida antes que sufrir de nuevo aquellos tormentos. Si me parece acertada es porque no solo puede llegar a dar muy mal rollo sino porque es una referencia directa a la película de El resplandor, y tiene sentido por la nueva ambientación, pues la versión de Kubrick se estrenó en 1980 y puede formar parte perfectamente de los terrores de infancia de un niño de la edad de Stan. Por otro lado, a mí la escena de la mujer de la bañera me persiguió durante mucho tiempo (tanto la de la película como la de la novela) y precisamente esto es lo que se busca con la nueva cronología, que los de las últimas décadas sintamos lo mismo que quien, nacido a mediados de siglo, revivía sus temores con el hombre lobo o la momia leyendo el libro. 


Encuentro en el sótano

Una gota de agua se estrella en la frente de Bill, que a pesar de eso sigue durmiendo. Ha pasado la tarde jugando en los Barrens, oyendo confesiones y rumores acerca de los asesinatos y las desapariciones; por si fuera poco, ha tenido un encontronazo con sus padres. Uno más. Le cae otra gota, y otra. Finalmente el chico despierta, va en busca de un balde y al regresar ve que la puerta de la habitación de George está abierta. Entra, ve sus juguetes, lo recuerda aún ahí, y no puede contener el llanto, y sigue llorando hasta que ve una sombra pasar por el pasillo; al salir, la visión de unas huellas mojadas sobre la moqueta hace que su corazón se acelere, pero no desiste. Entonces se entrevé al Bill líder, que sigue las huellas hasta llegar al sótano que, para su sorpresa, se encuentra inundado. Y ahí, en un rincón, está Georgie, con su chubasquero amarillo, hecho un ovillo, llorando. "¿Por qué me hiciste marchar, Billy?", le dice, sollozando. Hasta que, al final, al llanto le sigue la temida frase: "Flotarás". El niño empieza a vomitar agua y basura y a moverse hacia su hermano; en realidad, quien está detrás es Pennywise, que lo ha empleado como a un vulgar un muñeco de ventrílocuo, y se lanza a por Bill como un animal salvaje, como la bestia primitiva y ancestral que es en realidad. 

Otra escena de propia cosecha, otra escena sobresaliente. Esta sustituye a la del álbum de fotos, que si bien en la novela es bastante resultona por lo bien narrada que está, dudo mucho de que una traslación literal tenga el mismo efecto (ya se vio en la miniserie). 


La muerte de Patrick Hockstetter

Patrick Hockstetter probablemente sea uno de los personajes más desagradables, perversos y retorcidos de It y quizá el único que deseamos ver devorado por Eso. El susodicho es un perturbado que disfruta maltratando animales y que mató a su hermano pequeño cuando éste no era más que un bebé, y sin apenas inmutarse; tanto esta escena como la de la nevera son duras de leer, ciertamente. Stephen King lo mató de una manera bastante vistosa e interesante, atacado por una especie de mosquitos-sanguijuela que lo dejan hecho unos zorros, siendo luego arrastrado por Pennywise a través de la espesura hasta su guarida.

En el guión de Fukunaga Hockstetter muere pronto, en una escena que entremezcla precisamente su muerte y la incursión de Mike en los restos de la fundición Kitchener. Bowers, Belch y Huggins dejan a Patrick a su suerte cuando éste les invita a seguir investigando las ruinas. En realidad, hace rato que algo lo atrae, sin darse cuenta, hacia el corazón de aquel desastre que acabó con la vida de tantísimos niños en los años veinte. Ayudado únicamente de un bote de spray y de un mechero, Hockstetter avanza superando el miedo. Es un perturbado, sí, pero algo lo está llevando de la mano hacia su muerte sin saberlo. Es precisamente gracias al truco de los fogonazos que vemos tan solo por unos segundos a Pennywise a sus espaldas, esperando el momento justo para atacar. Y al fin, tras un último fogonazo, el payaso le echa las garras encima, llevándoselo a través de un agujero en el techo.

No solo es una escena bien construida, con buen ritmo y capaz de asustar pese a lo manido que está el recurso del mechero, sino que además ventila con rapidez la trama de Hockstetter. Esto es bueno y malo la vez. Bueno porque, evidentemente, la película no puede abordar al detalle todas y cada una de las partes de la novela y hay algunas que deben finiquitarse rápido y, a poder ser, de una manera inteligente. Malo porque el guión desperdicia totalmente al personaje, que no pasa de ser un matón más. 


La cueva de las arañas y el adiós a Victor Criss

En pleno avance hacia el corazón de Derry, los Perdedores se topan con un lugar extraño y que empieza a poner de manifiesto la verdadera naturaleza de Pennywise. Se trata de una cueva con una membrana transparente, bajo la que una cantidad ingente de arañas se concentra en todos aquellos puntos por donde pisan los muchachos, que sin embargo logran llegar al otro lado. Victor Criss no correrá la misma suerte. Para empezar, hace ya un buen rato que quiere desligarse de Bowers, pero éste no atiende a razón alguna; no le queda otra, pues, que lanzarse a perseguir a Bill y compañía a través de aquella caverna membranosa, más carne que roca, a sabiendas de las extrañas formas de vida que viven en el líquido bajo aquel fino velo de color carne. 

En realidad, Criss preferiría irse con los Perdedores, y les pide que lo lleven, porque Bowers ha perdido la cabeza, porque él no quería estar ahí. Es entonces cuando cae en que, sin querer, ha rasgado parte de la membrana con su navaja. Las arañas, que se cuentan por miles, empiezan a salir por la brecha directamente hacia él, que en su lucha por librarse de ellas no hace más que agrandar aquel agujero en que acaba precipitándose, devorado, con los arácnidos entrándole por la boca y oyendo a Bowers reír como un loco ante ese cruento espectáculo.

Quienes hemos leído el libro ya sabemos cómo muere Victor Criss, y su final dista enormemente de lo inventado por Fukunaga y Palmer. De morir decapitado por el monstruo Frankenstein a acabar devorado por miles de arañas hay un buen trecho, pero la idea es bastante inteligente. Veamos. Para empezar, la inclusión del célebre Frankenstein encarnado por Boris Karloff tiene mucho sentido en el contexto de la novela, no tanto en unos años 80 en que, por decirlo de alguna manera, ha sido "superado" por otros engendros. Por otro lado, dado que Pennywise no aparece en su forma "verdadera", esas arañas apuntan a aquello que, muy probablemente, se acabase viendo en la segunda entrega, donde probablemente Eso se mostrase en su forma de araña gigante.


4. Conclusión


No creo que la narrativa literaria y la cinematográfica sean compatibles o intercambiables, y lo diré hasta el hastío. En otras palabras, no creo ni confío en las adaptaciones literales ni las entiendo. Soy de quienes piensan que, si ya podemos disfrutar de la historia que nos cuenta un libro, que siempre será más rica, ¿por qué exigir que su adaptación a otro medio sea exactamente igual?

Por lo normal, estas traslaciones acaban decepcionando. Porque las imágenes que uno forma y conserva en la mente son únicas e inimitables, y es de ingenuos esperar que ese director o ese guionista recreen el libro (o el relato o el videojuego) tal y como tú, uno entre tantos millones, lo imaginaste. Además, siendo el cine un medio extremadamente limitado en materia de estándares de duración y demás convencionalismos, es inevitable considerar que un libro debe readaptarse, buscar una narrativa propia que concentre su esencia sin necesidad de recrear escena por escena lo descrito en él. En muchas adaptaciones cinematográficas de éxitos literarios se comete el error de querer mostrarlo todo, aunque el resultado acabe siendo una sucesión de escenas resumidas y apresuradas que rompen el ritmo, la cadencia y los valores narrativos del cine. ¿El resultado? Películas vacías, de nulo desarrollo de personajes, de clímax mal construidos e inocuos. Me vienen a la cabeza ejemplos como El Hobbit o algunas entregas de Harry Potter.

Una película de It no puede ni debería mostrarlo todo. Como toda buena adaptación debe capturar la esencia, más allá de alteraciones y limitaciones meramente estéticas como el contexto, los rasgos físicos de un personaje (siempre y cuando no comprometan la narrativa); extraer, en definitiva, el corazón de la novela y dotarlo de un cuerpo nuevo.

¿Lograron esto Fukunaga y Palmer? La respuesta es sí, pero a medias. Por supuesto, un guión se revisa constantemente y se le da muchas vueltas antes de presentar la versión final, así que algunos de los puntos flacos aquí expuestos podrían haberse corregido. Jamás lo sabremos. Aun así, los protagonistas aparecen bien retratados (algunos más, otros menos) y hay muchas escenas que, pese a no tener nada que ver con el libro, sí conservan el malestar que uno siente cuando lo lee. Curiosamente, cuanto más se aleja el guión de lo descrito en el libro es cuando más brilla y más convence. Su legado está por ver, pero ojalá sus aciertos estén tan presentes como ausentes los defectos en la película que verá la luz en septiembre.

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