martes, 7 de febrero de 2017

La conspiración Umbrella, de S.D. Perry



Empezaré haciendo una confesión: mi adolescencia estuvo marca por una profunda obsesión por Resident Evil. Una obsesión abstracta, sin fundamento, por decirlo de alguna manera: el famoso REmake por el que me temblaban los huesos había sido descatalogado y no se encontraba en ningún lugar y precisamente La conspiración Umbrella no aparecía en ninguna de las pocas librerías donde podía ir a consultarlo. La idea de una mansión colosal e imponente perdida en el bosque, contenedora de cientos de pesadillas hechas carne y hueso, me había vuelto loco. Pero, en realidad, no tenía ni idea de cómo era el juego más allá de los pantallazos vistos en alguna revista y del argumento únicamente intuía unos pocos detalles.

En aquellos tiempos, viviendo en un pueblecillo sin Internet y con pocos recursos para un chaval de unos doce años, era imposible no acabar dándole al coco y generar un imaginario que luego poco tenía que ver con aquello que uno encontraba en los juegos o, en este caso, las novelas. Pero el pueblo era viejo, rodeado por un bosque espeso, con casa viejas y algún que otro palacete comido por la hiedra. Y eso, sumado a la necesidad de imaginar lo que uno no tenía entre manos, acabó desembocando en decenas de relatos e historietas de terror, fantasmas y zombis ahora perdidos en un ordenador viejo que ni siquiera es capaz de arrancar.

Pasaron algunos años, y el REmake acabó apareciendo en una tienda de segunda mano con una aura de reliquia, así como La conspiración Umbrella fue fácil de obtener en una librería más grande. Quien escribe esto ya no era el mismo chaval aislado con la necesidad e obligación de imaginarlo todo. Habiendo logrado esas dos, por entonces, piezas de museo, toda esa idealización iba de camino a irse al garete. 

Y nada. Uno ya ha dejado atrás todos esos momentos mágicos y oscuros, pero de vez en cuando remueve un poco el baúl de los libros viejos y se encuentra, casi siempre, con esa La conspiración Umbrella que tanto lo trajo de cabeza. El REmake se ha acabado ratificando como esa joya que fue y que sigue siendo; los años no le pesan y como experiencia jugable es una maravilla. Pero, ¿qué pasa con el libro? Porque obviamente aquí la cosa va de literatura. Como me ha apetecido darle un repaso, ahí va una reseña desde la mirada del adulto que fue el niño más loco por esta saga. Palabra.



Por lo normal no suelo fiarme de adaptaciones literarias de videojuegos, películas, series y productos por el estilo. Y viceversa. Sin embargo, alguna excepción debe haber, y siempre he pensado que las novelas con que S.D. Perry adaptó los juegos de Resident Evil son una de ellas. No están mal escritas, los personajes no son planos y la atmósfera que uno experimenta jugando está bastante bien plasmada. Obviamente, tienen sus puntos flacos. No son novelas demasiado memorables, los personajes que aparecen en más de una no tienen una progresión bien definida y, tal y como sucede en los juegos, cuando todos los enigmas se desvelan y la oscuridad se disipa las tramas pierden todo su interés.

Sin embargo, en La conspiración Umbrella están todos y cada uno de los ingredientes para una buena historia de terror: la mansión, el tenue olor a podredumbre filtrándose por los bajos de las puertas e incluso la sensación de aislamiento y de soledad. No podemos olvidar que el juego original era todo un homenaje deliberado al terror de serie B (el doblaje ya dio fe de ello) y la novela fue lanzada un par de años después, pero lo más interesante es que su atmósfera se corresponde más con lo visto y experimentado en el REmake de 2002. Oscuridad, sonidos desconcertantes, unos personajes de perfil algo más realista. 

Por supuesto, también tiene sus defectos. Hay veces en que roza el tedio, en que va de un personaje a otro constantemente y se olvida de darles una mayor profundidad. El ritmo, comparado con La ciudad de los muertos (la adaptación de Resident Evil 2, y probablemente la mejor novela de esta serie), es mucho más lento. Y obviamente, no es una adaptación libre, sino un encargo. El contexto podría dar para algo más introspectivo, psicológico, quizá más minimalista y a la vez más efectivo, sí, pero entonces implicaría dejar de lado ciertos aspectos que no hubiesen sido bien recibidos por cierto sector del público. 

Y aun así, tiene sus escenas efectivas, descripciones bien hechas y dignas de un buen libro del género. Por supuesto, difícilmente os provocará miedo alguno; a lo sumo, un poco de asco o desazón, pero sin llegar a extremos. 

Fragmento extraído del capítulo 16 (p. 137)

¿Es La conspiración Umbrella un buen libro? Desde una óptica limpia, alejada de esa vieja idealización adolescente, sí. Está claro que de no ser una adaptación de un videojuego esa pregunta no la formularíamos, o bien no tendríamos la necesidad. Y la verdad es que logra recoger la atmósfera oscura y sobrecogedora, quizá sin profundizar demasiado en el miedo ni en la psicología de los personajes, pero atendiendo a su carácter de adaptación, tampoco debería ser necesario. Por otro lado, ofrece una contextualización de los acontecimientos de la que carece el juego y que nos pone en situación de una manera bastante acertada, permitiéndonos conocer los orígenes de los ataques que motivaron la excursión de los S.T.A.R.S. a las montañas Arklay partiendo de recortes de periódicos que ponen nombre y rostro a las primeras víctimas. Al mismo tiempo, los personajes del equipo Bravo (que en el juego, salvo excepciones, encontraríamos hechos fiambre) están los suficientemente perfilados como para que el hallazgo de sus restos pueda tocarnos, aunque sea un poco, la fibra sensible.

Lo que más me ha sorprendido es ver cómo resisten el paso de los mis años. Esperaba un reencuentro no sin cierta vergüenza ajena, no sin el rubor de ver cómo aquello que antes te ha obsesionado lo ves ahora como algo inerte, inocuo. Todo lo contrario. Sin parecerme la panacea que tampoco me pareció hace más de 13 años, sí sigue siendo una correctísima adaptación de un videojuego cuyo desarrollo no es precisamente fácil de adaptar a otros medios narrativos. De hecho, el juego carece de una estructura típica de planteamiento-nudo-desenlace; se llega a la mansión y, a partir de ahí, todo son paseos arriba y abajo, buscando llaves, eliminando engendros pestilentes, hasta que al final los supervivientes derrotan al Tyrant, suben al helicóptero y se largan. Y la verdad es que la cierta libertad que esto ofrece está bien aprovechada por la autora.

Viendo lo bien que he recibido este reencuentro, quizá me anime a seguir revisando el resto de la colección. Veremos si los siguientes aún mantienen el tipo.

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